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Y, ¿Quién es Job?
¿Qué representa Job? ¿Qué hace Job? ¿Por qué Job? ¿Qué importancia tiene Job, y
dónde aparece Job?
Job es un libro
de la Biblia.
Job es un
personaje de uno de los libros de la
Biblia, que lleva el nombre de Job.
Job es un
personaje de un cuento. No es un personaje histórico, sino un personaje
literario, fruto de la imaginación del que escribió ese libro, o de quienes lo
escribieron. No se sabe quien escribió el libro de Job, aunque algunos dicen
que podría ser Job mismo. Pero, la pregunta es ¿y, quién era Job-autor, para
diferenciarlo de Job-personaje? La fecha de composición es incierta. Su
historia es en el país de Uz, en la región de Edom, al sur del Mar Muerto.
Otros hablan de una región del sur del Líbano. En cualquier caso, existe
incertidumbre acerca de la ubicación de este país.
Este libro aborda
el tema del sufrimiento. En particular, quiere responder a la pregunta
"¿por qué los justos sufren?". El libro de Job quiere refutar la
tesis del delito o la pena como paga de que el sufrimiento es el resultado de
un estado de pecado personal. Los profetas no podían entender la suerte de los
impíos y la desgracia de los justos. Esta mentalidad de pago (el pecado o el
sufrimiento = delincuencia = castigo) todavía existía en la época de Jesús,
como se nos cuenta en el episodio del ciego de nacimiento: (Jn. 9,1-33):
Vio, al pasar, a un hombre ciego de
nacimiento.
Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí,
¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?»
Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es
para que se manifiesten en él las obras de Dios.
Tenemos que trabajar en las obras del que me
ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
Mientras estoy en el mundo, soy luz del
mundo.»
Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con
la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de
Siloé» (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.
Los vecinos y los que solían verle antes, pues
era mendigo, decían: « ¿No es éste el que se sentaba para mendigar?»
Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino
que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.»
Le dijeron entonces: « ¿Cómo, pues, se te han
abierto los ojos?»
El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús,
hizo barro, me untó los ojos y me dijo: “Vete a Siloé y lávate.” Yo fui, me
lavé y vi.»
Ellos le dijeron: « ¿Dónde está ése?» El
respondió: «No lo sé.»
Lo llevan donde los fariseos al que antes era
ciego.
Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro
y le abrió los ojos.
Los fariseos a su vez le preguntaron cómo
había recobrado la vista. El les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y
veo.»
Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene
de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un
pecador realizar semejantes señales?» Y había disensión entre ellos.
Entonces le dicen otra vez al ciego: « ¿Y tú
qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?» El respondió: «Que es un
profeta.»
No creyeron los judíos que aquel hombre
hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la
vista y les preguntaron: « ¿Es éste
vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?»
Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que
este es nuestro hijo y que nació ciego.
Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién
le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene;
puede hablar de sí mismo.»
Sus padres decían esto por miedo por los
judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le
reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga.
Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene;
preguntádselo a él.»
Le llamaron por segunda vez al hombre que
había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre
es un pecador.»
Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé.
Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo.»
Le dijeron entonces: « ¿Qué hizo contigo?
¿Cómo te abrió los ojos?»
El replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis
escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros
haceros discípulos suyos?»
Ellos le llenaron de injurias y le dijeron:
«Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés.
Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios;
pero ése no sabemos de dónde es.»
El hombre les respondió: «Eso es lo extraño:
que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos.
Sabemos que Dios no escucha a los pecadores;
mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha.
Jamás se ha oído decir que alguien haya
abierto los ojos de un ciego de nacimiento.
Si éste no viniera de Dios, no podría hacer
nada.»
Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero
en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera.
El tema del sufrimiento no es exclusividad del libro
de Job, o de la cultura judía. Ya otras civilizaciones lo habían tratado, como por ejemplo: “Las
protestas del campesino elocuente”, un texto egipcio del siglo XXI a.C.,
que contiene varios discursos de disconformidad dirigidos a un faraón
deificado. Registradas en secreto para esparcimiento de la corte, las quejas
del hombre suscitaban condescendencia. La epopeya cananea de Keret habla de un
hombre que, como Job, pierde a su esposa y a sus hijos pero luego forma una nueva
familia al recuperar el favor de los dioses. El sufrimiento inmerecido es tema
de al menos cuatro textos mesopotámicos, de los cuales el más parecido al
relato bíblico es “El hombre y su Dios”, llamado a veces el Job sumerio,
que se encontró en una tablilla del siglo XVIII a.C. escrita en cuneiforme. Así
que el tema es más antiguo que La
Biblia y existe un texto acadio sobre el justo que sufre
injustamente. El origen de este tema, común en esa zona, se sitúa en
Mesopotamia, según Maite Fernández
Soriano, en un artículo titulado “Una
lectura psicoanalítica del sufrimiento en el Libro de Job y su relación con la
neurosis obsesiva”. Tampoco es que el libro de Job trate de un personaje
judío, sino que era un tema común por entonces.