miércoles, 23 de marzo de 2016

Los zapatos de Job: capitulo 10

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El libro de Job es considerado uno de los mejores libros de la Biblia. Considerado por algunos como “magnífico y sublime como ningún otro libro de la Biblia”. Tiene de todo. Tiene como recurso literario la ficción, tiene poesía, tiene psicología, tiene filosofía, tiene sociología, tiene teología y anti-teología, tiene rebeldía, tiene crítica… Tiene, sobre todo, un gran contenido antropológico; es decir, sobre el sufrimiento humano, sobre todo por su drama psicológico. Es considerado una de las grandes obras literarias de la humanidad. Algunos consideran que Job no es el hombre Job, sino que es la humanidad entera. Es la raza que puede sentir, pensar, explicarse con ese sentido del sufrimiento e intercambiar su palabra con la palabra con su Creador.
El libro de Job está considerado junto con el Libro de Salmos y el Libro de Proverbios, los libros de la quintaesencia psicológica de la Biblia, por su comprensión de la persona humana. Así, por ejemplo, el libro de los Salmos expresa plenamente las plegarias de nuestras almas a Dios. Cuando recitamos salmos nos identificamos con el rey David, a quien se le atribuye su autoría, y por más alejados que nos sintamos de Dios, el salmo eleva nuestro espíritu y nos devuelve la esperanza. En el Libro de los Proverbios, el sabio padre enseña a su hijo cómo escapar de su tendencia al mal. Y el Libro de Job, es virtualmente un manual de psicología, describiendo en detalle el proceso de psicoanálisis. El libro de Job, como tal, es en su estilo literario, sui generis, inclasificable. No es historia real. Es considerado como una leyenda, inclusive, existente antes que el libro mismo de Job. Pero si es un cuento con moraleja. Y, en cierta manera, puede verse como una paradoja, o una parábola, en la que hay una especie de simposio o panel de recolección de ideas y de opiniones, en el caso de los interlocutores de Job, incluyendo a la mujer de Job, por supuesto. Y en el que hay aclaratorias finales por parte de Yahveh a Job, y su reconocimiento y justicia. Recurso y manera de escribir del autor. No se puede olvidar ese detalle, porque de lo contrario, se pierde de vista ver el libro de Job, como lo que es: una obra literaria.
Si ha ojeado ya el libro, sabrá por qué el recurso literario es la ficción; y si no lo ha mirado todavía, pues pongamos los elementos para ubicarnos y facilitar un poco las cosas. Comienza el libro: “Había una vez en el país de Us un hombre llamado Job…El día que los Hijos de Dios venían a presentarse ante Yahveh, vino también entre ellos el Satán. Yahveh dijo al Satán: « ¿De dónde vienes?» El Satán respondió a Yahveh: «De recorrer la tierra y pasearme por ella…” Ahí comienza la ficción y el cuento, que empieza con el trato hecho entre los dos personajes secundarios, para pasar al primer plano con Job, que es el recurso. Después viene la trama, como consecuencia del pacto entre El Satán y Dios, las primeras penurias. Justo después de las primeras adversidades aparecen los tres amigos, que vienen a condolerse y a consolarle. Dice:

Tres amigos de Job se enteraron de todos estos males que le habían sobrevenido, y vinieron cada uno de su país: Elifaz de Temán, Bildad de Súaj y Sofar de Naamat. Y juntos decidieron ir a condolerse y consolarle.
Desde lejos alzaron sus ojos y no le reconocieron. Entonces rompieron a llorar a gritos. Rasgaron sus mantos y se echaron polvo sobre su cabeza.
Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande.

No deja de notarse una cierta ironía por parte del autor, al decir, que:
·        juntos decidieron ir a condolerse y consolarle,
·        no le reconocieron,
·        entonces rompieron a llorar a gritos,
·        rasgaron sus mantos y se echaron polvo sobre su cabeza,
·        se sentaron en el suelo junto a él… porque veían que el dolor era muy grande.

Y en esa sola parte se repite la misma idea. El autor pareciera ironizar sobre la intención de los tres que decidieron consolar a Job, al punto de sentarse en silencio a su lado, porque veían que el dolor de Job era muy grande. Y hasta se “rasgaron sus mantos y se echaron polvo sobre su cabeza”, como señal de acompañamiento, o como muestra que en verdad, también, estaban sufriendo. Pareciera existir una cierta conexión con la situación del Rey David, cuando lo de Urías el Hitita. El Rey se enoja mucho por la muerte de Urías. Pero, el mismo Rey le había pedido a Joab que atacara y colocase en primera fila a Urias, para que muriera. Y así se quitaba de en medio a Urías en relación a la situación complicada con la mujer de éste[1]. El dolor y pena del Rey David, en pura apariencia y mentira, pareciera estar reflejado de alguna manera con el dolor y pena sufridos por los tres amigos de Job.
El acompañamiento de los que se sentaron al lado de Job para consolarlo, porque estaban condolidos, asumen inmediatamente la postura que el autor quiere refutar. Dios no necesita abogados para su defensa. En cambio, ellos, se sienten con la autoridad para nombrarse sus defensores, y, entonces, esgrimen todo lo que sus saberes poseen para defender lo indefendible, y atacar y hundir más al que ya estaba hundido por la situación. ¡Vaya consuelo el que estaban dando! Pero se sentían autorizados para ello.
Es cuando el autor coloca en cada uno de ellos sus razones. Razones que cobran fundamento en el grito, tal vez, lastimero del propio Job, y que el autor coloca como la base para soportar las maneras de pensar de los tres.




[1] Cfr. Segundo libro de Samuel 11-12.

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