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La noticia era lo que era. Las esperanzas volvían a relucir,
aunque sin negar para nada los temores. Volvía a aparecer la idea de la
historia. Y volvía a confirmarse, que la historia no es lineal, sino
accidentalmente lineal, o caprichosamente lineal. Porque caprichoso y
accidental, podría ser la misma realidad. Lo importante es no perder el hilo de
la línea. Ni del hilo anterior. Ni mucho menos el del hilo posterior, sino en
continuidad. Graficado sería:
hilo anterior hilo posterior
Las subidas en la línea graficada significan los momentos
positivos y llenos de alegría que tiene la historia. En esas subidas podríamos
incluir las ilusiones que nos hace o que nos hacemos ante cualquier
eventualidad. Nos llenamos de ilusiones y nos da entusiasmo para continuar;
pero, enseguida nos viene la bajada de la misma línea, porque las cosas no
resultan como esperábamos, y chupulún, la bajada. Pero lo importante es que el
hilo no se rompa. Se sube; se cae. Pero el hilo se mantiene, haciendo una
conexión perfectamente accidental o caprichosa con el hilo anterior y con el
hilo posterior. Maravilloso que así sea. Y así tiene que ser. Que no se rompa,
porque significa que estamos siendo fieles a nuestra historia. Y eso en
cualquier circunstancia de la vida, no solo de salud.
Y esa es la vida. Y esa es la historia.
Ahora graficado en una supuesta ruptura del sentido de la
historia, sería de la siguiente manera:
Es el mismo
gráfico, pero hay una ruptura en la línea tanto que sube, o en la que baja. Y
si se rompe el hilo, ya sea del lado que sea, se nos pierde el sentido de la
historia. No habrá conexión y no tendremos de donde asirnos o agarrarnos. Se
nos pierde la continuidad. Las dos líneas son necesarias e indispensables. La
línea de la que se viene atado, y la línea a la que se continúa atado.
Soltarse, por rompimiento, es simplemente catastrófico. La historia continúa, a
pesar del bajón que no se esperaba, o a pesar de la subida que nos ilusiona y
nos llena de esperanzas. Perder la experiencia de la conexión, de atrás y hacia
delante, en continuidad, es enloquecer; es decir, es perder el sentido de la
historia, ya por ilusión, ya por desilusión. Ni demasiado optimismo
exacerbante, ni demasiado pesimismo desilusionante. Los dos en su justa medida.
La esperanza por sobre todas las cosas, porque es lo que alienta a continuar; y
la amargura de la desilusión, que es lo que nos lleva a poner los pies en la
tierra, para volver a subir a la línea que continúa en su trayectoria lineal.
Pero en su trayectoria caprichosa o accidentalmente lineal, o con los
accidentes o los caprichos del sube y baja, pero en continuidad.
La empresa del
libro titulado “Los zapatos de Job”
rondaba la realidad. Y al comenzar a re-leer el libro de Job para poder hacer
tangible y en un hecho, el enfermo y el del teléfono, encontró la respuesta que
la persona le había requerido sobre lo que había dicho Job a su mujer: “Entonces su mujer le dijo: «
¿Todavía perseveras en tu entereza? ¡Maldice a Dios y muérete!» Pero él le
dijo: «Hablas como una estúpida
cualquiera. Si aceptamos de Dios el bien, ¿no aceptaremos el mal?» En todo
esto no pecó Job con sus labios” (Job 2, 9-10).
Y cuando tuvo la
oportunidad escribió a su amigo y transcribió en mensaje de texto de celular la
cita del libro de Job 2, 9-10.
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