miércoles, 23 de marzo de 2016

Los zapatos de Job: capitulo 3

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La doctora especialista se hacía esperar. Esa espera podía verse como parte de la rutina y del deber ser en esa y en cualquier instalación hospitalaria. Aquella no era la excepción. Los tres estaban muy tranquilos en la espera. No tenían apuros. Estaban en lo que estaban. Habían ido a eso, y eso, incluía la espera. Eso hacían; esperaban. Y la espera no los desesperaba. Se les veía muy tranquilos. En cierta manera se podría decir que todo es fácil cuando se sabe qué es lo que se quiere, y ellos sabían lo que querían y eso esperaban. Tal vez por eso no se desesperaban con la espera de ese día. No pasaba por la mente por ninguno de los tres que las noticias pudiesen ser negativas, cosa que estaba en la mitad de las posibilidades, porque sería o bueno o malo, relativamente, lo que se esperaba. Mitad y mitad en las posibilidades. Aunque, era más la expectativa en positivo. Pero, ¿y si no? ¡Quién lo iba a saber!
Mucha gente en esas circunstancias suele decir “que será lo que Dios quiera”, como para disponerse de antemano a lo que vendrá, sea bueno o sea malo; pero, que muy en el fondo se espera que sea bueno. Y al decir esa frase, en medio de la incertidumbre de lo que será, ya se está admitiendo inconscientemente o consciente de que pueda que las cosas no sean como se esperaban. Y hay una especie de acondicionamiento a esperar que pueda que no sea tan bueno, o muy bueno, lo que vendrá. Tal vez sea una especie de pre-resignación, o tal vez, sea una sintonía muy estrecha de los sentidos con los detalles del entorno y que aparentemente no lo percibimos de manera clara y precisa, pero que los sensores mentales, a través de los muy sensibles receptores de los sentidos, ya están captando. Tal vez, tenga algo que ver con la intuición. Quizás por eso es que cuando ya sabemos que las cosas no eran como se esperaban, se acostumbre a decir “lo sabía… lo sabía”, como reacción y como reconocimiento, de que ya se esperaba eso que nos confunde porque es aparentemente inesperado, pero que estaba en la mitad de las posibilidades. Lo que hace que cada momento de cada momento sea, nada más, y nada menos, que una simple y llana “aventura del momento”. Y, ¿qué es una aventura? Es acaecimiento, suceso o lance extraño, casualidad, contingencia, o empresa de resultado incierto o que presenta riesgos. Y cada momento representa riesgos porque o se pierde o se gana. Por eso es “aventura del momento”. E implica un doble juego en un eterno juego, en donde siempre está presente la próxima oportunidad de manera inmediata. Se pierde, pero se gana al mismo tiempo, porque aún en la aparente derrota, nos da la oportunidad de la revancha súbita, es decir, inmediata. Esa es la gran ventaja. Lo que conlleva a una apertura sin fin.
Lo de la expresión “aventura del momento” puede sonar novedoso, pero no lo es. Ya la cultura hindú y personajes emblemáticos como Mahatma Gandhi, por ejemplo, lo han profesado y vivido. Tampoco es que se quiera colocar ese estilo de vida como modelo, ya que en ese afán de ensimismarse en el momento, se pierde a veces, la dimensión del futuro y del progreso, en aras de una mal vista sintonía con el ya y el ahora, pero con un deslindamiento con el mañana, que a veces puede llegar al extremo del abandono, sin ningún tipo de previsión personal, familiar y social. Pues, no se puede obviar bajo ninguna razón, que todo eso tiene una clave que es, que tiene que ser “integral”. Además, tener conciencia de vivir la vida y cada momento de ella en una eterna experiencia de la “aventura del momento”, tiene que llevar a la persona a estar plenamente consciente de cada momento, en la medida de lo posible. Vale la pena morir en el intento, pero tampoco es que en aras de intentarlo, nos enajenemos del momento. Enajenarse es distinto de ensimismamiento. Enajenarse es escape, huida y encerramiento en un mundo propio, aislamiento. Ensimismarse es adentrarse; es más, es ya estar en la cosa misma, que es la realidad, en el momento. No se necesita apartarse para percatarse de la situación. Por el contrario, es ya, no buscar el momento oportuno para tomar conciencia, es tener conciencia de cada momento, y así, constantemente. Es no dejar para mañana, o para más tarde, porque ya es ya, y más tarde, o después, es eso, más tarde y después. Sin duda, que vivir así, en el ya y el ahora como son, sin desfases, es una aventura muy aventurera que nos lleva a tomar las cosas con humor, por sobre todas las cosas. Y el humor espontáneo es ya profundidad misma, lo que es inteligencia y agudeza, al mismo tiempo. Tomarse las cosas como vienen y estar en el momento para no dejar el momento para otro que no sea ese momento. Si se sufre, se sufre. Si se tiene temor, se tiene temor. No negarlo, no ocultarlo. No disfrazarlo. Aflorarlo y asirse de él al tener conciencia de que se lo tiene. Y si no se tiene, también estar consciente de que no se tiene. Tampoco se trata de reconocer que si no se tiene miedo, en una situación concreta y específica, hay que inventárselo. No se tiene. Que el futuro genera miedo y temor, sin duda, porque el futuro es imprevisible. Pero, tampoco negar que el miedo que nos da el futuro consiste en que miramos lo que será desde el temor que tenemos en este momento. Por eso nos da miedo el futuro, visto desde el ya de ahora. Por eso es miedo. Pero ese miedo es un adelanto de una situación ficticia que no es porque lo que será, será, y a cada día le bastan sus afanes, como nos dice la misma Biblia, en boca de Jesús de Nazareth.
Pero no se debería tener miedo. El problema no es que no se debería. El problema es que se tiene y se tendrá. ¿Qué no hay que hacer problema? Es fácil decirlo. Hasta el mismo Jesús de Nazareth, según nos cuenta el evangelista San Lucas, en el Huerto de los Olivos, lo tuvo. ¿No es acaso lo que se desprende de lo que teologiza el evangelista en la expresión de Jesús, al decir: “Padre, si es posible aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”? Y ya en esa expresión hay una muestra y un ejemplo claro de que la vida es “aventura del momento”. Aventura que implica un eterno juego, pues Jesús en el Huerto, está en esa dimensión de la aventura, en la que está perdiendo, pero pasa a ganar de inmediato, al abandonarse, al decir “no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Por lo menos es la teología implícita en la teología del evangelista San Lucas, y ahí no entra en discusión si Jesús lo dijo o no lo dijo, sino en la revelación teológica elaborada por el evangelista, porque el autor está en la plenitud de la dimensión de la Revelación, al comprenderla y expresarla, en ese momento tan crucial para Jesús y para el género humano.
La “aventura del momento” es la nueva dimensión de la comprensión del ya y el ahora, o del aquí y el ya, al mismo tiempo. No es para después, lo que para después será para ese otro momento, distinto de el del ya y aquí. Eso es una aventura. Y en esa aventura, las posibilidades tienen igual de porcentaje, cincuenta y cincuenta. O puede ser si; o puede ser no. Sin embargo, los bajones emocionales se presentan, cuando se está convencido de que será “sí”, y lo que resulta es “no”. Más es el bajón cuando todo indicaba que la única posible respuesta era positiva, pero los resultados indican sorpresivamente que, más bien, es negativa. Entonces, no se entiende nada de nada de lo que está sucediendo. No es fácil.
La “aventura del momento” es la comprensión de que la historia no es ni cíclica, ni puramente lineal. Es la comprensión de que la historia es accidentalmente lineal. Graficado sería así: La primera, sería la visión repetitiva o cíclica; la segunda sería la línea recta; y la tercera sería la línea accidentalmente lineal.
 

                           
            La historia no se repite, ni es cíclica, ya que, entonces, ¿dónde quedaría la libertad y el famoso libre albedrío (discutido hoy por hoy)?. Tampoco es lineal, en el sentido rectilíneo. Pero, si lo es accidentalmente lineal; es decir, está llena de sorpresas, y lo que se esperaba, por lógica matemática, o lógica filosófica, sucede por lógica de lo sorpresivo. La historia y la vida, nos lleva a comprobar que a veces se esperaba que todo saliera como se esperaba, y resulta un bajón en las expectativas. Es, entonces, cuando sucede la bajada de la línea que grafica la idea en el cuadro de arriba. O sea, que la historia y su curso, sobre todo a nivel personal, está sometida a la lógica de la sorpresa; y ya eso es una lógica, aunque parezca ilógico que así sea, pero, así es.

En el caso de los tres que estaban esperando las noticias de la doctora, consciente o inconscientemente, a ese vaivén del sube y baja de la línea caprichosa de la historia. No eran la excepción. El mundo está sometido a ese sube y baja…

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