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La doctora
especialista se hacía esperar. Esa espera podía verse como parte de la rutina y
del deber ser en esa y en cualquier instalación hospitalaria. Aquella no era la
excepción. Los tres estaban muy tranquilos en la espera. No tenían apuros.
Estaban en lo que estaban. Habían ido a eso, y eso, incluía la espera. Eso
hacían; esperaban. Y la espera no los desesperaba. Se les veía muy tranquilos.
En cierta manera se podría decir que todo es fácil cuando se sabe qué es lo que
se quiere, y ellos sabían lo que querían y eso esperaban. Tal vez por eso no se
desesperaban con la espera de ese día. No pasaba por la mente por ninguno de
los tres que las noticias pudiesen ser negativas, cosa que estaba en la mitad
de las posibilidades, porque sería o bueno o malo, relativamente, lo que se
esperaba. Mitad y mitad en las posibilidades. Aunque, era más la expectativa en
positivo. Pero, ¿y si no? ¡Quién lo iba a saber!
Mucha gente en
esas circunstancias suele decir “que será
lo que Dios quiera”, como para disponerse de antemano a lo que vendrá, sea
bueno o sea malo; pero, que muy en el fondo se espera que sea bueno. Y al decir
esa frase, en medio de la incertidumbre de lo que será, ya se está admitiendo
inconscientemente o consciente de que pueda que las cosas no sean como se
esperaban. Y hay una especie de acondicionamiento a esperar que pueda que no
sea tan bueno, o muy bueno, lo que vendrá. Tal vez sea una especie de
pre-resignación, o tal vez, sea una sintonía muy estrecha de los sentidos con
los detalles del entorno y que aparentemente no lo percibimos de manera clara y
precisa, pero que los sensores mentales, a través de los muy sensibles
receptores de los sentidos, ya están captando. Tal vez, tenga algo que ver con
la intuición. Quizás por eso es que cuando ya sabemos que las cosas no eran
como se esperaban, se acostumbre a decir “lo
sabía… lo sabía”, como reacción y como reconocimiento, de que ya se
esperaba eso que nos confunde porque es aparentemente inesperado, pero que
estaba en la mitad de las posibilidades. Lo que hace que cada momento de cada
momento sea, nada más, y nada menos, que una simple y llana “aventura del momento”. Y, ¿qué es una
aventura? Es acaecimiento, suceso o lance extraño, casualidad,
contingencia, o empresa de resultado incierto o que presenta
riesgos. Y cada momento representa riesgos porque o se pierde o se gana. Por
eso es “aventura del momento”. E
implica un doble juego en un eterno juego, en donde siempre está presente la
próxima oportunidad de manera inmediata. Se pierde, pero se gana al mismo
tiempo, porque aún en la aparente derrota, nos da la oportunidad de la revancha
súbita, es decir, inmediata. Esa es la gran ventaja. Lo que conlleva a una
apertura sin fin.
Lo de la
expresión “aventura del momento”
puede sonar novedoso, pero no lo es. Ya la cultura hindú y personajes
emblemáticos como Mahatma Gandhi, por ejemplo, lo han profesado y vivido.
Tampoco es que se quiera colocar ese estilo de vida como modelo, ya que en ese
afán de ensimismarse en el momento, se pierde a veces, la dimensión del futuro
y del progreso, en aras de una mal vista sintonía con el ya y el ahora, pero
con un deslindamiento con el mañana, que a veces puede llegar al extremo del
abandono, sin ningún tipo de previsión personal, familiar y social. Pues, no se
puede obviar bajo ninguna razón, que todo eso tiene una clave que es, que tiene
que ser “integral”. Además, tener conciencia de vivir la vida y cada momento de
ella en una eterna experiencia de la “aventura
del momento”, tiene que llevar a la persona a estar plenamente consciente
de cada momento, en la medida de lo posible. Vale la pena morir en el intento,
pero tampoco es que en aras de intentarlo, nos enajenemos del momento.
Enajenarse es distinto de ensimismamiento. Enajenarse es escape, huida y
encerramiento en un mundo propio, aislamiento. Ensimismarse es adentrarse; es
más, es ya estar en la cosa misma, que es la realidad, en el momento. No se
necesita apartarse para percatarse de la situación. Por el contrario, es ya, no
buscar el momento oportuno para tomar conciencia, es tener conciencia de cada
momento, y así, constantemente. Es no dejar para mañana, o para más tarde,
porque ya es ya, y más tarde, o después, es eso, más tarde y después. Sin duda,
que vivir así, en el ya y el ahora como son, sin desfases, es una aventura muy
aventurera que nos lleva a tomar las cosas con humor, por sobre todas las
cosas. Y el humor espontáneo es ya profundidad misma, lo que es inteligencia y
agudeza, al mismo tiempo. Tomarse las cosas como vienen y estar en el momento
para no dejar el momento para otro que no sea ese momento. Si se sufre, se
sufre. Si se tiene temor, se tiene temor. No negarlo, no ocultarlo. No
disfrazarlo. Aflorarlo y asirse de él al tener conciencia de que se lo tiene. Y
si no se tiene, también estar consciente de que no se tiene. Tampoco se trata
de reconocer que si no se tiene miedo, en una situación concreta y específica,
hay que inventárselo. No se tiene. Que el futuro genera miedo y temor, sin
duda, porque el futuro es imprevisible. Pero, tampoco negar que el miedo que
nos da el futuro consiste en que miramos lo que será desde el temor que tenemos
en este momento. Por eso nos da miedo el futuro, visto desde el ya de ahora.
Por eso es miedo. Pero ese miedo es un adelanto de una situación ficticia que
no es porque lo que será, será, y a cada
día le bastan sus afanes, como nos dice la misma Biblia, en boca de Jesús
de Nazareth.
Pero no se
debería tener miedo. El problema no es que no se debería. El problema es que se
tiene y se tendrá. ¿Qué no hay que hacer problema? Es fácil decirlo. Hasta el
mismo Jesús de Nazareth, según nos cuenta el evangelista San Lucas, en el
Huerto de los Olivos, lo tuvo. ¿No es acaso lo que se desprende de lo que
teologiza el evangelista en la expresión de Jesús, al decir: “Padre, si es posible aparta de mí este cáliz;
pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”? Y ya en esa expresión hay una
muestra y un ejemplo claro de que la vida es “aventura del momento”. Aventura que implica un eterno juego, pues
Jesús en el Huerto, está en esa dimensión de la aventura, en la que está
perdiendo, pero pasa a ganar de inmediato, al abandonarse, al decir “no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Por lo menos es la teología implícita en la teología del evangelista San Lucas,
y ahí no entra en discusión si Jesús lo dijo o no lo dijo, sino en la
revelación teológica elaborada por el evangelista, porque el autor está en la
plenitud de la dimensión de la
Revelación , al comprenderla y expresarla, en ese momento tan
crucial para Jesús y para el género humano.
La “aventura del momento” es la nueva
dimensión de la comprensión del ya y el ahora, o del aquí y el ya, al mismo
tiempo. No es para después, lo que para después será para ese otro momento,
distinto de el del ya y aquí. Eso es
una aventura. Y en esa aventura, las posibilidades tienen igual de porcentaje,
cincuenta y cincuenta. O puede ser si; o puede ser no. Sin embargo, los bajones
emocionales se presentan, cuando se está convencido de que será “sí”, y lo que
resulta es “no”. Más es el bajón cuando todo indicaba que la única posible
respuesta era positiva, pero los resultados indican sorpresivamente que, más
bien, es negativa. Entonces, no se entiende nada de nada de lo que está
sucediendo. No es fácil.
La “aventura del momento” es la comprensión
de que la historia no es ni cíclica, ni puramente lineal. Es la comprensión de
que la historia es accidentalmente lineal. Graficado sería así: La primera,
sería la visión repetitiva o cíclica; la segunda sería la línea recta; y la
tercera sería la línea accidentalmente lineal.
La historia no se
repite, ni es cíclica, ya que, entonces, ¿dónde quedaría la libertad y el
famoso libre albedrío (discutido hoy por hoy)?. Tampoco es lineal, en el
sentido rectilíneo. Pero, si lo es accidentalmente lineal; es decir, está llena
de sorpresas, y lo que se esperaba, por lógica matemática, o lógica filosófica,
sucede por lógica de lo sorpresivo. La historia y la vida, nos lleva a
comprobar que a veces se esperaba que todo saliera como se esperaba, y resulta
un bajón en las expectativas. Es, entonces, cuando sucede la bajada de la línea
que grafica la idea en el cuadro de arriba. O sea, que la historia y su curso,
sobre todo a nivel personal, está sometida a la lógica de la sorpresa; y ya eso
es una lógica, aunque parezca ilógico que así sea, pero, así es.
En el caso de los
tres que estaban esperando las noticias de la doctora, consciente o
inconscientemente, a ese vaivén del sube y baja de la línea caprichosa de la
historia. No eran la excepción. El mundo está sometido a ese sube y baja…
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