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«¡Perezca el día en que nací, y la noche que
dijo: «Un varón ha sido concebido!» El día aquel hágase tinieblas, no lo
requiera Dios desde lo alto, ni brille sobre él la luz. Lo reclamen tinieblas
y sombras, un nublado se cierna sobre él, lo estremezca un eclipse. Sí, la
oscuridad de él se apodere, no se añada a los días del año, ni entre en la
cuenta de los meses. Y aquella noche hágase inerte, impenetrable a los
clamores de alegría. Maldíganla los que maldicen el día, los dispuestos a
despertar a Leviatán. Sean tinieblas las estrellas de su aurora, la luz espere
en vano, y no vea los párpados del alba. Porque no me cerró las puertas del
vientre donde estaba, ni ocultó a mis ojos el dolor. ¿Por qué no morí cuando
salí del seno, o no expiré al salir del vientre? ¿Por qué me acogieron dos rodillas?
¿por qué hubo dos pechos para que mamara? Pues ahora descansaría tranquilo,
dormiría ya en paz, con los reyes y los notables de la tierra, que se
construyen soledades; o con los príncipes que poseen oro y llenan de plata sus
moradas. O ni habría existido, como aborto ocultado, como los fetos que no
vieron la luz», (Job 3, 3-16).
Ese el grito, tal
vez, lastimero de Job, por su situación. Hay en esa desesperación una
proyección del dolor profundo ante situaciones que no se comprenden. Aquí
comienza el drama. Aquí aparece la encrucijada ante el dolor y el sufrimiento.
Es cuando el libro de Job pasa a ser muy importante por su contenido
psicológico ante el dolor. Es cuando el libro de Job adquiere un valor
universal y se convierte en un libro de un valor incalculable por su contenido
profundamente visceral.
Comienzan los
planteamientos ante la realidad. ¿En verdad existe Dios? ¿Si Dios existe, por
que permite el dolor? ¿Dios permite el dolor? ¿Por qué Dios castiga de esa
manera? ¿Son el dolor, el sufrimiento y la enfermedad un castigo de Dios? ¿Dios
es justo? ¿Dios estará probando la fe del hombre? ¿Qué es fe, en este caso, en
medio del sufrimiento? ¿Qué consigue Dios con el sufrimiento del hombre? ¿Qué
gana el hombre con el sufrimiento y a dónde conduce? ¿La santidad y el
sufrimiento van juntos? ¿En qué consiste la justicia de Dios? ¿Dios retribuye
en la tierra lo malo o lo bueno que hace el hombre?
El dolor pasa a
ser lo que es. Un sufrimiento visceral, desgarrador.
Diga lo que se
diga está de más. El dolor está ahí. Existe. ¿Cuál es su significado y a dónde
conduce?
Los visitantes
buscan dar explicaciones. Y aquí comienza el tema del simposio y del jaloneo de
parte y parte. Los visitantes le hablan de trasgresión, precisamente, en un
momento en que él se siente objeto de una "agresión" por parte de
Dios. Si él, que siempre ha buscado a Dios, está sufriendo, entonces es mentira
que la felicidad acompañe siempre a la bondad, y por tanto los males que padece
inmerecidamente no pueden ser atribuidos más que a Dios, que se "ha vuelto
cruel" con él. Pero, la postura de los tres amigos es fija. Es la de
sacarle en cara a Job que reconozca que ha infringido en algo; y, Job, por su
parte, en sentirse agredido por parte de Dios.
¿Y la amistad de
los tres para con Job?
¿Dónde están las
manifestaciones de esa amistad y en qué detalles la manifiestan? ¿En verdad
manifiestan trazos de amistad? Por lo general, la amistad se manifiesta en la
solidaridad y en el acompañamiento. Y, ¿los tres son solidarios y acompañan a
Job? Si acompañar es estar al lado; entonces, lo estaban. El autor lo ironiza,
como ya se dijo. ¿Pero, son solidarios? ¿Preguntan, acaso, o escuchan, que era
lo más importante, y, que con toda seguridad Job, necesitaba justo en esos
momentos? ¿Lo escuchan? Según lo que se desprende de la lectura, no. No lo
escuchan. Al contrario, lo acusan.
Job irrumpe en su
lamento, e inmediatamente, los tres salen a colocar más peso al dolor físico de
Job. Intentan apoyarlo, pero lo hunden. Sin embargo, Job, tiene domino de la
circunstancia, y no se deja amilanar. Todas las razones esgrimidas las refuta
Job con su temple y seguridad, a pesar de los pesares.
Sus amigos tienen
la respuesta, y los argumentos para responder a ellas los encuentran en la
tradición, según la cual hay cuatro actitudes que condicionan la felicidad del
creyente: la conversión, la humildad, la firmeza en la fe, y la oración.
Afirmaciones que utilizan como argumentos contra Job. Y en eso mismo en lo que
son fieles a la tradición, traicionan su mensaje al traicionar la amistad, pues
servirse de la palabra de Dios contra el hombre para humillarlo o hacerlo
callar equivale a falsificarla. "¡Proverbios
polvorientos!", les replica Job, y vuelve la espalda decididamente a
esa recuperación engañosa de las certezas de la fe. Y dejando atrás ese diálogo
fracasado con sus amigos, Job prosigue su diálogo con el Ausente. Dios puede
esconderse, pero nunca podrá callarse: he ahí la intuición de su fe.
Es grandioso,
realmente, el libro de Job. Pareciera, en esa parte del libro, que los tres
amigos van por su camino, sin mirar ni reparar en Job. Pareciera que era la
gran oportunidad para sermonear y para decir como de memoria lo que decían.
Eran los maestros que adoctrinaban, y nada más. Así es que tiene que ser, y
así, ha de ser. Como si se dijera: uno
más uno, igual a dos. Esa es la fórmula y ese es el resultado. Sin embargo,
Job, también va por su camino en su experiencia, y para nada pareciera que
escuchara a los tres predicadores, y por el contrario, está cuestionando que no
da dos, en la fórmula, sino que puede dar otro resultado, pero no dos. Y en esa
postura, pareciera que tuviera un monólogo con otro que no era, precisamente el
grupo de los tres. Ese otro era el
Ausente; es decir, Dios, con quien tenía una pelea, y de quien se habían
autonombrados defensores los tres amigos.
En la serie de
Los Simpsons, Homero Simpson, se compra una grúa para remolcar los carros en la
ciudad de Springfield, donde viven los Simpsons. Homero se siente grande y con
mucho poder porque remolca todos los carros que encuentra estacionados en zonas
de rayado o al frente de las tomas de agua. Homero lo disfruta. Casi al final
de ese capítulo, Homero Simpson dice muy satisfecho: “Me siento Dios. Puedo hacer el mal, y no tengo que dar explicaciones”.
Y se ríe a carcajada, con la risa que ha tipificado a este personaje[1].
En el caso de
Job, ¿no se estaría repitiendo esa experiencia y esa verdad y descubrimiento
existencial? Sin duda, que sí.
[1] Homero Simpson, en la serie Los Simpsons, con
la frase y expresión: “Me siento como Dios… Hago el mal y no tengo que dar
explicaciones… Me siento poderoso… como Dios… ” Serie creada por Matt Groening para Fox
Broadcasting Company
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