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¿Es un
planteamiento moral, el planteamiento del libro de Job?
Las
razones que dan los tres amigos de Job, parecieran indicar que tienen la
intención de que Job reconozca que ha pecado, y que si está como está, es
porque Dios lo está castigando. La manera de ver de los tres amigos, pareciera
indicar que se trata de una visión moral. Sin embargo, Job, está claro. Job no
ha faltado en nada. Por eso quiere llevar la contraria y quiere presentar ante
Yahveh, el juez justo su queja y la protesta de su inocencia. Pero Job duda de
esta posibilidad[1]:
“¿Y cómo se justificará el hombre con
Dios? Si quisiera contender con él, no le podrá responder a una cosa de mil...”
“Aunque fuera yo justo...” Yahveh le
“ha aumentado sus heridas sin causa”.
“Al
perfecto y al impío él los consume. Si azote mata de presto, ríese de la prueba
de los inocentes.” “Sé —dice Job
a Yahveh— que no me darás por libre; yo
soy impío.”
Aun
cuando Job se purificase, Yahveh lo “hundirá en el hoyo.” “Porque no es hombre como yo, para que yo le
responda, y vengamos juntamente a juicio”.
Pero
Job quiere aclarar a Yahveh su punto de vista, quiere levantar su queja, y le
dice que sabe que él, Job, no es impío y que “no hay quien de tu mano libre”.
Job “quería razonar con Dios”. Job dice “defenderé delante de él mis caminos”. Job sabe que “será justificado”;
Yahveh debería citarle y darle una respuesta, o al menos permitirle presentar
su queja. Valorando exactamente la desproporción entre Dios y el hombre, Job le
hace esta pregunta: “¿A la hoja
arrebatada has de quebrantar? ¿Y a una arista seca has de perseguir?”. Dios “ha violado su derecho”, le “ha
quitado su derecho”; Dios “no se preocupa de la injusticia”. “Hasta morir no quitaré de mí mi integridad.
Mi justicia tengo asida, y no la cederé”.
Job se mantiene en postura. Sabe que no ha pecado, a pesar de ser pecador,
pero sabe que le asiste la inocencia.
Job no
se deja amedrentar, y dice estas significativas palabras: “Mas he aquí que en
los cielos está mi testigo, y mi testimonio en las alturas... Mas a Dios destilarán mis ojos. ¡Ojalá
pudiese disputar el hombre con Dios, como con su prójimo!, y en otro pasaje
dice: “Yo sé que mi Redentor vive, y al
fin se levantará sobre el polvo”. Las palabras de Job dejan ver claramente
que, aunque duda que el hombre pueda tener razón contra Dios, le cuesta
abandonar el pensamiento de enfrentarse a Dios en el plano de la justicia y,
con ello, en el de la moral. A Job le cuesta trabajo entender que el capricho
divino viole la justicia, pues, a pesar todo no puede abandonar su fe en la
justicia divina. Pero de otra parte tiene que concederse a sí mismo que no es otro,
sino Yahveh mismo quien le hace injusticia y violencia. Job no puede negar que
se encuentra frente a un Dios al que no le importa el juicio moral, y que no
reconoce ninguna ética que le obligue a él. En esto reside sin duda la grandeza
de Job: en no dudar, ante esta ante esta dificultad, de la unidad de Dios, sino
ver claramente que Dios se encuentra en contradicción consigo mismo, y esto,
además, de manera tan total, que Job está seguro de encontrar en Dios un
protector y un abogado contra Dios mismo. La bondad de Yahveh se le presenta a
Job con la misma certeza que su maldad. De un hombre que nos hace mal no
podemos esperar que nos ayude al mismo tiempo. Pero Yahveh no es un hombre;
Yahveh persigue y ayuda a la vez; tan real es en un aspecto como en el otro.
Yahveh
no está dividido, sino que es una total contradicción interna éste es el
presupuesto necesario de su tremendo dinamismo, de su omnipotencia y de su
omnisciencia. A este conocimiento se aferra Job para “defender sus caminos”
ante Yahveh, es decir, para aclararle su punto de vista; pues, a despecho de
su cólera, Yahveh es también, frente a sí mismo, el abogado del hombre que
tiene algo de qué quejarse.
[1] Cfr. Carl Jung, Respuesta a Job. Desde aquí hasta el
número 16, tomo las ideas de Jung como soporte inspirador.
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