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Un dato interesante en el rico contenido del cuento del
libro de Job, es la intervención de la mujer de Job. Dice el texto: “Job tomó una tejoleta para rascarse, y fue a
sentarse entre la basura. Entonces su mujer le dijo: « ¿Todavía perseveras en
tu entereza? ¡Maldice a Dios y muérete!»”.
En ese extracto del libro de Job, hay
cosas, realmente, de mucha utilidad. Por un lado, el Satán está utilizando,
ahora, a la mujer para lograr el objetivo, que era que Job renegara y maldijera
a Dios. Quitarse la vida, era, en cierta manera, una forma de maldecir a Dios,
quien es su Creador. Y quitarse la vida, era ir contra el mismo Creador.
Algunos pensadores ven un cierto paralelismo entre este pasaje del libro de Job
y Eva, en el libro de Génesis, cuando Eva le pide a Adán que comiera del árbol
prohibido (Gen. 3,6).
No se puede negar, por supuesto, que la
mujer de Job, era co-victima en la situación de Job, ya que si él había perdido
todo, desde las propiedades y hasta los hijos, ella, también los había perdido,
igualmente. Se podría decir que la primera victima, después de Job, en la
desgracia, era ella, y hasta cierto punto, ella tendría razón en su sugerencia.
En términos coloquiales, sería a decir: “muerto
el perro, se acaba la rabia”. Muerto Job, se acaban las causas de las
desgracias. Y, muy en el fondo, ella quería verse libre. Eso en el caso de
justificar a la mujer de Job.
La tentación era doble para Job. Por
una parte, la de maldecir a Dios, y por otra, la del suicidio, que era lo que
conllevaba la idea de su mujer: “¡Maldice
a Dios y muérete!”.
Por otro lado cabría preguntarse ¿por
qué no toma la iniciativa la mujer de Job y se suicida? Pero, la respuesta
inmediata es porque el libro no trata sobre la mujer de Job, sino de Job.
La respuesta de Job, en todo caso, es
aleccionadora: “Hablas como una estúpida
cualquiera”…
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