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El tema del
sufrimiento es un tema universal que acompaña al hombre durante toda su
existencia[1].
El “sufrimiento” parece ser particularmente esencial a la naturaleza del
hombre. Ello es tan profundo como el hombre, precisamente porque manifiesta
a su manera la profundidad propia del hombre y de algún modo la supera. El
sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre; es uno de esos
puntos en los que el hombre está en cierto sentido “destinado” a superarse a sí
mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo. El sufrimiento humano
suscita compasión, suscita también respeto, y a su manera atemoriza.
El sufrimiento es
algo todavía más amplio que la enfermedad. El sufrimiento físico se da cuando de cualquier manera
“duele el cuerpo”, mientras que el sufrimiento moral es “dolor del
alma”, como el peligro de muerte, la muerte de los propios hijos, y
especialmente la muerte del hijo primogénito y único. También la falta de
prole, la nostalgia de la patria, la persecución y hostilidad del ambiente, el
escarnio y la irrisión hacia quien sufre, la soledad y el abandono. Y otros
más, como el remordimiento de conciencia, la dificultad en comprender por qué
los malos prosperan y los justos sufren, la infidelidad e ingratitud por parte
de amigos y vecinos. No se puede negar que los sufrimientos morales tienen también
una parte “física” o somática, y que con frecuencia se reflejan en el estado
general del organismo.
Aparece
inevitablemente la pregunta: ¿por qué? También relacionado con la experiencia del mal, como ligado a la
experiencia del sufrimiento. Ambas preguntas son difíciles cuando las
hace el hombre al hombre, los hombres a los hombres, como también cuando el
hombre las hace a Dios. En efecto, el hombre no hace esta pregunta al
mundo, aunque muchas veces el sufrimiento provenga de él, sino que la hace a
Dios como Creador y Señor del mundo. El hombre puede dirigir tal pregunta a
Dios con toda la conmoción de su corazón y con la mente llena de asombro y de
inquietud; Dios espera la pregunta y la escucha, como en el libro de Job.
El libro de Job
pone de modo perspicaz el “por qué” del sufrimiento; muestra también que éste
alcanza al inocente, pero no da todavía la solución al problema. El sentido del
sufrimiento, es siempre un misterio. Misterio que se resuelve, de manera
histórica y teológica, en el misterio del Hijo del hombre en la Cruz. Y eso lleva a mirar
el misterio del hombre que se resuelve en Cristo para comprender el sentido del
sufrimiento.
[1] Cfr. Carta Apostólica, Salvifici Dolores, del
Papa Juan Pablo II, sobre el sentido
cristiano del sufrimiento humano.
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