miércoles, 23 de marzo de 2016

Los zapatos de Job. capitulo 30

30

  
Job entendió que no entendió nada. Tampoco fue reconocido su derecho en el caso concreto de la injusticia cometida contra él. Dios, sin embargo, lo apabulla con su poderío.
Job 42,1-6:

Y Job respondió a Yahveh:
Sé que eres todopoderoso: ningún proyecto te es irrealizable.
Era yo el que empañaba el Consejo con razones sin sentido. Sí, he hablado de grandezas que no entiendo, de maravillas que me superan y que ignoro.
(Escucha, deja que yo hable: voy a interrogarte y tú me instruirás.)
Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos.
Por eso me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza.


                Y termina el cuento, un poco al estilo de “colorín, colorado…. Éste cuento se ha acabado”:

Después Yahveh restauró la situación de Job, al paso que él intercedía en favor de sus amigos; y aumentó Yahveh  al doble todos los bienes de Job.
Vinieron, pues, donde él todos sus hermanos y todas sus hermanas, así como todos sus conocidos de antaño; y mientras celebraban con él un banquete en su casa, le compadecieron y le consolaron por todo el infortunio que  Yahveh había traído sobre él. Y cada uno de ellos le hizo el obsequio de un agno de plata y de un anillo de oro.
Yahveh bendijo la nueva situación de Job más aún que la antigua: llegó a poseer 14.000 ovejas, 6.000 camellos,  mil yuntas de bueyes y mil asnas.
Tuvo además siete hijos y tres hijas.
A la primera le puso el nombre de «Paloma», a la segunda el de «Canela» y a la tercera el de «Cuerno de afeites».
No había en todo el país mujeres tan bonitas como las hijas de Job. Y su padre les dio parte en la herencia entre sus hermanos.
Después de esto, vivió Job todavía 140 años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, cuatro generaciones.

Después Job murió anciano y colmado de días.

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