30
Job entendió que
no entendió nada. Tampoco fue reconocido su derecho en el caso concreto de la
injusticia cometida contra él. Dios, sin embargo, lo apabulla con su poderío.
Job 42,1-6:
Y
Job respondió a Yahveh:
Sé
que eres todopoderoso: ningún proyecto te es irrealizable.
Era
yo el que empañaba el Consejo con razones sin sentido. Sí, he hablado de
grandezas que no entiendo, de maravillas que me superan y que ignoro.
(Escucha,
deja que yo hable: voy a interrogarte y tú me instruirás.)
Yo
te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos.
Por
eso me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza.
Y termina el cuento, un
poco al estilo de “colorín, colorado…. Éste cuento se ha acabado”:
Después Yahveh restauró la situación de Job, al paso
que él intercedía en favor de sus amigos; y aumentó Yahveh al doble todos los bienes de Job.
Vinieron, pues, donde él todos sus hermanos y todas
sus hermanas, así como todos sus conocidos de antaño; y mientras celebraban con
él un banquete en su casa, le compadecieron y le consolaron por todo el
infortunio que Yahveh había traído sobre
él. Y cada uno de ellos le hizo el obsequio de un agno de plata y de un anillo
de oro.
Yahveh bendijo la nueva situación de Job más aún que
la antigua: llegó a poseer 14.000 ovejas, 6.000 camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas.
Tuvo además siete hijos y tres hijas.
A la primera le puso el nombre de «Paloma», a la
segunda el de «Canela» y a la tercera el de «Cuerno de afeites».
No había en todo el país mujeres tan bonitas como las
hijas de Job. Y su padre les dio parte en la herencia entre sus hermanos.
Después de esto, vivió Job todavía 140 años, y vio a
sus hijos y a los hijos de sus hijos, cuatro generaciones.
Después Job murió anciano y colmado de días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario