21
Dios no le reveló a Job la
razón y de ahí su lucha interior, pero éste no le llega a maldecir y apela a él
para ir en contra de sus acusadores, de ahí le nace la confianza y la
serenidad. La fe implica confianza. El sentimiento religioso tiene una creencia
en los dogmas y se acompaña de una certidumbre que nada debe a la razón.
La
pregunta que se abre en el libro de Job ya no es ¿porqué sufro?, sino ¿con qué
actitud debo sufrir? Job tuvo una calmada aceptación de la voluntad divina y
siguió viendo en la mano que golpea al Dios que ama.
Cuando
Job ya no es capaz de asumir el mal, se queja con la amargura de su alma, grita
su protesta y su angustia, pero las grita a Dios. Se remonta al verdadero
origen y calma su inocencia y su incomprensión ante Dios, agradeciendo las
bendiciones recibidas, para que le ayuden a soportar el mal y a seguir
viviendo. Finalmente, Dios se le revela y lo proclama Justo.
Una de
las enseñanzas que aporta este libro es la de que Job no tuvo una fe ciega,
propia del libreto masoquista, ya que ni eliminó sus preguntas, ni se sometió
sin comprender nada. Otra, es la de que sólo cuestionar sobre la causa le
aportó consuelo ante las penalidades, ya que a Job ningún amigo lo tranquilizó.
Es falso ligar el
sufrimiento al pecado. El sufrimiento aparece como un medio de enseñanza. Su
valor reside en la historia, donde la visión positiva del sufrimiento ayuda,
con paciencia, a atravesar la prueba. A este punto es realmente interesante, ya
que Job no niega que sufre. Tampoco se trata de que nosotros en nuestras
circunstancias lo neguemos. Eso sería falso, o por lo menos, una inclinación a
ocultar esa realidad que nos hace sufrir. Se trata de aceptarlo y no de
negarlo. Job no lo negó. Al contrario, lo gritó en su lamento. Sostener el
punto contrario, sería masoquismo. Y, entonces, la cosa tratada en el libro de
Job, y su análisis, se torna más que interesante. Se torna necesario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario