miércoles, 23 de marzo de 2016

Los zapatos de Job: capitulo 21

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         Dios no le reveló a Job la razón y de ahí su lucha interior, pero éste no le llega a maldecir y apela a él para ir en contra de sus acusadores, de ahí le nace la confianza y la serenidad. La fe implica confianza. El sentimiento religioso tiene una creencia en los dogmas y se acompaña de una certidumbre que nada debe a la razón.
La pregunta que se abre en el libro de Job ya no es ¿porqué sufro?, sino ¿con qué actitud debo sufrir? Job tuvo una calmada aceptación de la voluntad divina y siguió viendo en la mano que golpea al Dios que ama.
Cuando Job ya no es capaz de asumir el mal, se queja con la amargura de su alma, grita su protesta y su angustia, pero las grita a Dios. Se remonta al verdadero origen y calma su inocencia y su incomprensión ante Dios, agradeciendo las bendiciones recibidas, para que le ayuden a soportar el mal y a seguir viviendo. Finalmente, Dios se le revela y lo proclama Justo.
Una de las enseñanzas que aporta este libro es la de que Job no tuvo una fe ciega, propia del libreto masoquista, ya que ni eliminó sus preguntas, ni se sometió sin comprender nada. Otra, es la de que sólo cuestionar sobre la causa le aportó consuelo ante las penalidades, ya que a Job ningún amigo lo tranquilizó.

Es falso ligar el sufrimiento al pecado. El sufrimiento aparece como un medio de enseñanza. Su valor reside en la historia, donde la visión positiva del sufrimiento ayuda, con paciencia, a atravesar la prueba. A este punto es realmente interesante, ya que Job no niega que sufre. Tampoco se trata de que nosotros en nuestras circunstancias lo neguemos. Eso sería falso, o por lo menos, una inclinación a ocultar esa realidad que nos hace sufrir. Se trata de aceptarlo y no de negarlo. Job no lo negó. Al contrario, lo gritó en su lamento. Sostener el punto contrario, sería masoquismo. Y, entonces, la cosa tratada en el libro de Job, y su análisis, se torna más que interesante. Se torna necesario.

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