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La persona afectada en la salud, y por la que se había ido a
la capital, para buscar mejorarla con los adelantos médicos habidos hasta el
momento, era la misma persona que había mandado el mensaje informando de la
circunstancia del día anterior. Y era la misma que había recibido el mensaje, y
a su vez, la que lo había devuelto, hablando someramente sobre Job. No
satisfecha con lo que había dicho en el último mensaje-respuesta, y en
autodefensa, esa misma mañana del día siguiente había mandado otro mensaje,
continuando con la idea de Job. El mensaje decía: “¿Sabe Ud., que le dijo la mujer a Job, cuando Job se hallaba en esa
situación tan difícil de salud? Le dijo: “No jo…”” No jo…”” No jo…”. Y en
ese mensaje estaba implícito muchas cosas. Ciertamente el mensaje era en manera
de chiste, pero tenía una moraleja.
No se sabe la reacción y los efectos del mensaje en la otra
parte, pero debió hacer su trabajo.
Esa mañana acudieron los tres al examen respectivo. Y había
que esperar a casi final de la tarde para ver los resultados.
Nada de especial, en la tarde. La espera. Esta vez con algo
de nerviosismo, pero cargados de esperanzas, por eso seguían donde estaban.
Pero, igual que el día anterior. No se podía hacer nada, y el intento
confirmaba los resultados de una aventura, o bueno, o no tan bueno. En este
caso, era, no tan bueno; y era lo que se esperaba en una aventura. Era lo que
era. Y había que regresarse para volver a programar en un lapso de dos meses lo
que se había realizado para esos días, pero que habían dado resultados no tan
buenos, como lo que se esperaban. Simplemente una aventura. La aventura del
momento. Así se había vivido. Así era. Así tenía que ser. Así es.
Esa misma tarde, mientras iban de regreso, el enfermo y el
del mensaje, que es el mismo, recibió otro mensaje de la misma persona del tema
de Job. Y decía: “Si Ud. sabe lo que le
dijo Job a la mujer, me lo dice; porque yo no lo sé”.
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