miércoles, 23 de marzo de 2016

Los zapatos de Job: capitulo 18

18        



         El grupo de tres ya había regresado a su ciudad de origen.
         Al cabo de unos días, sucedía un doble acontecimiento, en el grupo de los conocidos de los que estaban recibiendo tratamiento contra el cáncer. Un viernes, justo a las once de la mañana, recibía el transplante de la médula ósea, en Caracas, uno; y en la ciudad del interior, moría, otro. No es nada de especial que así fuese, ya que eso sucede constantemente; pero, para ellos, eso era una coincidencia significativa. Por eso se llama “coincidencia”; es decir, un hecho fortuito y pasajero, pero que para algunos tiene una referencia personal, y de importancia, aun cuando no lo tenga, sino de manera subjetiva. Él tenía 29 años; ella, 44.
         La que moría, era conocida por muchos en las instalaciones y en algunos de los servicios del hospital.

-- En la vida existen personas que nacen con una buena estrella – reflexionaba ella, en una conversación con uno de los integrantes del grupo de los tres. -- Que les ha tocado caminar por calle de pétalos de rosas, donde su vida ha sido feliz y plena.
         -- Existe otro grupo que por el contrario han nacido estrellados. Han tenido que caminar por calles de piedras puntiagudas en caminos cuesta arriba, pero han aprendido a pulir cada una de estas piedras hasta convertirlas en hermosos diamantes.
         -- Han aprendido a transformar los momentos negativos que se le presentan en la vida, por momentos positivos más agradables.
-- Yo nací sin buena estrella, pero tuve la dicha de nacer en una maravillosa familia con unos padres amorosos y dedicados a sus hijos. Nací con un problema de salud denominado ANEMIA DREPANOCÍTICA, la cual de una u otra manera delimita la vida de los pacientes y familiares. Ya que debe mantenerse un control medico constante y un tratamiento de por vida.
         -- Pasé una niñez entre dulce y agria, debido al problema de salud presente. Pero siempre rodeada de mucho amor tanto de mi familia como de los doctores y personal de banco de sangre. Todos siempre pendientes de la negrita.

         -- A medida que crecía me daba cuenta de las limitaciones que me causaba la enfermedad, una simple gripe, un virus que pasó a lo lejos, el pasar todo el día en una fuerte actividad física, cualquier cosa me generaba crisis propias de la enfermedad, por lo que debían hospitalizarme. Entre las consultas, tratamientos y crisis, vivía más tiempo en el hospital que en casa. La adolescencia, el no poder llevar el ritmo de vida de mis amigas, y el no aceptar las limitaciones de la enfermedad me generaba tristeza, frustración y depresión en mi vida. Comencé a vivir como hoja al viento. Como vaya viniendo, vamos viendo. Sin motivación por nada, sin metas ni futuro trazado. Sin importarme nada, ni nadie Sólo vivir por vivir….”

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